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La pesca de pepino de mar en la Reserva Marina de Galápagos: pasado, presente y, ¿futuro?
Los pepinos de mar son animales sedentarios, pertenecientes al grupo de los equinodermos, es decir, son familia de los erizos y las estrellas de mar. Habitan en fondos rocosos y arenosos, aunque es común encontrarlos metidos en pequeñas cuevas sobre los acantilados. Son especies filtradoras, importantes para el ecosistema; parecen unas pequeñas “aspiradoras” marinas limpiando las aguas de partículas y desechos.
En el Ecuador continental, la pesca del denominado “pepino café” (Isostichopus fuscus), que es el único de los presentes en aguas ecuatorianas que tiene valor comercial, empezó allá por el año 1986, y fue motivada por comerciantes asiáticos debido a la alta demanda que existe por este recurso en el lejano oriente. La pesca de esta especie, sin ningún tipo de control en nuestra costa continental, provocó que el recurso colapse en 1991. Fue entonces cuando los comerciantes asiáticos volvieron su mirada hacia el oeste, hacia las Galápagos, en donde existían poblaciones vírgenes y saludables de esta especie. La pesca comercial de pepino café empezó en las Galápagos ese mismo año, cuando el manejo pesquero en las islas era incipiente y el marco normativo muy frágil. Los comerciantes asiáticos se afincaron en las islas y prácticamente sin ningún tipo de restricción promovieron la pesca, enseñando a los locales a capturar y a procesar el producto. Debido a lo fácil y rentable que resultaba ser esta actividad pesquera, en comparación a otras que eran consideradas como tradicionales y que ya se efectuaban en las islas (como las de la langosta espinosa y del bacalao). Adicionalmente, debido a la inexistencia de un marco normativo y de control, mucha gente local que no era pescador, de la noche a la mañana se convirtió en tal, haciendo que el registro pesquero crezca exponencialmente. Fue la pesca del pepino de mar la que originó esta distorsión a nivel del sector pesquero local, lo que en general, afectó el manejo pesquero en las islas.
En 1992, el Gobierno Ecuatoriano intentó prohibir esta actividad, pero la pesca ilegal de pepino café continuó sin dar tregua. En 1993, el Parque Nacional Galápagos en coordinación con la Fundación Charles Darwin y los pescadores locales, empezaron a llevar a cabo los primeros monitoreos del recurso, que sirvieron para sentar las bases del futuro manejo por zonas. En 1998, se expide la Ley Especial que creó la Reserva Marina de Galápagos, y en 1999 se adoptó el Plan de Manejo del área protegida. A partir de ese año, el Parque Nacional Galápagos pone en funcionamiento el nuevo sistema de manejo de la Reserva Marina, consistente en una Junta de usuarios locales denominada la Junta de Manejo Participativo, y un Consejo de ministros llamado Autoridad Interinstitucional de Manejo de la Reserva Marina. A través de ese sistema de co-manejo se empezaron a canalizar todas las discusiones y decisiones de administración pesquera, incluidas las del pepino de mar. Desde aquel entonces se empezó a desarrollar una historia que tuvo sus altos y también sus bajos, y que tampoco estuvo exenta de hechos violentos que empañaron la imagen de las islas. El sistema de manejo participativo de Galápagos se convirtió en un referente a nivel mundial, pero dejó de funcionar en el 2015 cuando la Ley Especial de Galápagos fue revisada. Desde entonces, sin Junta ni Autoridad Interinstitucional de Manejo, todas las decisiones relativas a la pesca se empezaron a tomar directamente entre el Parque y el sector pesquero local.
En el mismo 2015, se adopta el llamado “Calendario Pesquero Quinquenal 2016 - 2021”. Dicho Calendario, que fue diseñado con apoyo de la cooperación internacional, impuso una veda de 5 años para la pesca de pepino de mar, cuyo propósito era recuperar su población para permitirle que alcance un número igual o mayor a 11 individuos por cada 100 metros cuadrados en las diferentes zonas. Once individuos es el número mínimo necesario para crear las condiciones propicias de un proceso de reproducción exitoso de la especie, ya que se requiere que los individuos estén lo suficientemente cerca para que los gametos masculinos y femeninos se puedan encontrar en la columna de agua.
Terminada la veda de cinco años, el Ministerio del Ambiente y Transición Ecológica, anunció el pasado 9 de junio la apertura de una temporada para la pesca controlada de pepino de mar en la Reserva Marina de Galápagos, tras “estudios que advierten de un excedente en su población”. La base de la decisión fue un documento denominado: “Resumen Ejecutivo del Monitoreo Poblacional del Pepino de Mar (Isostichopus fuscus), en la Reserva Marina de Galápagos, temporada 2021”, preparado por la Dirección de Ecosistemas – Proceso de Conservación y Uso de Ecosistemas Marinos, fechado al 31 de mayo del 2021. En su parte de “Conclusiones”, dicho reporte señala que el pepino entró a una fase de recuperación al registrar una mediana de 12 individuos por 100 metros cuadrados en el oeste de Isabela, y que la proyección modelada de su población sigue mostrando una recuperación lenta hasta el año 2030, en un escenario de no pesca. Continuando con la sección de “Recomendaciones” del reporte, éste señala que es necesario extender la moratoria de extracción de pepino de mar hasta que la recuperación de su población sea “más acelerada”, y la estructura de tallas empiece a reflejar recuperación con una mayor cantidad de individuos jóvenes. También señala, que, dadas las circunstancias, en caso de abrir la pesca, la cuota debería ser “mínima”, a fin de que el recurso no entre a una fase “critica” o de sobre explotación a largo plazo.
La pandemia del COVID 19, que empezó en marzo del 2020, afectó al mundo entero, y en el caso de las Galápagos, alteró al turismo -su principal actividad económica- haciendo que el flujo anual de visitantes disminuya en un 73%. A esto se sumaron las medidas de seguridad cuarentenaria adoptadas por el Gobierno para precautelar la vida de los ciudadanos, lo cual trajo como consecuencia un colapso de la economía local, que afectó también al sector pesquero artesanal. De ahí, que es completamente entendible el interés y la serie de ofrecimientos gubernamentales que empezaron a hacerse desde inicios del 2021, en el sentido de preparar planes de reactivación económica para las islas que contemplen entre otras cosas, créditos blandos y exenciones tributarias para sus habitantes. Sin embargo, estas medidas no pueden suponer un riesgo para los frágiles ecosistemas y las especies que habitan en ellos que están estrechamente relacionados con los medios de vida de la comunidad local.
Es importante poner esto como antecedente, porque ayudaría a entender que se va a permitir la captura de 600.000 individuos durante 60 días a partir del 12 de julio, por consideraciones netamente sociales, y para apoyar la reactivación económica de los pescadores artesanales de las islas. Lo que hasta ahora se ha escuchado de medios oficiales, es que la pesquería se abre “porque así lo dicen los estudios”, pero la realidad es que la población de pepino de mar en las Galápagos no se ha recuperado, es decir, sigue sobre explotada, y para cumplir con el objetivo de recuperarla, es decir, para tener una población estable que permita pescar, la veda debería continuar. Eso afirman los científicos, y el mismo reporte del Parque Nacional Galápagos.
El crecimiento económico de los habitantes del archipiélago está íntimamente vinculado al uso sostenible de los recursos naturales. La continuación de la veda, podría parecer como una medida dura, pero es importante comprender que la sostenibilidad implica la aplicación de políticas que no pongan en riesgo el capital natural para favorecer intereses económicos de corto plazo, que no van a resolver el problema estructural en la economía local agravada por la pandemia. De ahí la necesidad de se evalúen y promuevan medidas y soluciones para la recuperación económica de las islas, que no vayan en detrimento ni comprometan la integridad ecológica de este invaluable patrimonio natural para las generaciones presentes y futuras.
El buen manejo de un área marina protegida como la de Galápagos, demanda prestarle mucha atención a lo que dice la ciencia. En este caso, la ciencia nos indica que la sobre explotación podría sobrepasar los límites, poniendo en riesgo a las poblaciones de pepino de convertirlas en no viables, es decir, de reducirlas hasta llegar a ser unos cuantos individuos dispersos y muy alejados entre sí.
Si la actividad de pesca se abre por consideraciones socioeconómicas, es muy importante que se asuma la responsabilidad de abrirla bajo estrictos controles en las zonas autorizadas, y respetando el semillero de pepinos de mar del Canal Bolívar.
También, aprovechando el hecho de que el calendario pesquero quinquenal ha llegado a su término, valdría la pena conocer de las autoridades acerca de los planes para evaluarlo y actualizarlo. El manejo pesquero responsable demanda entre otras cosas, contar con un plan que tenga objetivos claros, indicadores de stock revisados a fin de que puedan ser monitoreados, así como de un método de análisis de los datos y reglas de control de capturas claramente definidas. La adopción de un marco de gestión como el descrito antes, es un aspecto clave del manejo pesquero moderno, y es lo mínimo que un sitio declarado como Patrimonio Natural de la Humanidad, estaría requiriendo.
En el Ecuador continental, la pesca del denominado “pepino café” (Isostichopus fuscus), que es el único de los presentes en aguas ecuatorianas que tiene valor comercial, empezó allá por el año 1986, y fue motivada por comerciantes asiáticos debido a la alta demanda que existe por este recurso en el lejano oriente. La pesca de esta especie, sin ningún tipo de control en nuestra costa continental, provocó que el recurso colapse en 1991. Fue entonces cuando los comerciantes asiáticos volvieron su mirada hacia el oeste, hacia las Galápagos, en donde existían poblaciones vírgenes y saludables de esta especie. La pesca comercial de pepino café empezó en las Galápagos ese mismo año, cuando el manejo pesquero en las islas era incipiente y el marco normativo muy frágil. Los comerciantes asiáticos se afincaron en las islas y prácticamente sin ningún tipo de restricción promovieron la pesca, enseñando a los locales a capturar y a procesar el producto. Debido a lo fácil y rentable que resultaba ser esta actividad pesquera, en comparación a otras que eran consideradas como tradicionales y que ya se efectuaban en las islas (como las de la langosta espinosa y del bacalao). Adicionalmente, debido a la inexistencia de un marco normativo y de control, mucha gente local que no era pescador, de la noche a la mañana se convirtió en tal, haciendo que el registro pesquero crezca exponencialmente. Fue la pesca del pepino de mar la que originó esta distorsión a nivel del sector pesquero local, lo que en general, afectó el manejo pesquero en las islas.
En 1992, el Gobierno Ecuatoriano intentó prohibir esta actividad, pero la pesca ilegal de pepino café continuó sin dar tregua. En 1993, el Parque Nacional Galápagos en coordinación con la Fundación Charles Darwin y los pescadores locales, empezaron a llevar a cabo los primeros monitoreos del recurso, que sirvieron para sentar las bases del futuro manejo por zonas. En 1998, se expide la Ley Especial que creó la Reserva Marina de Galápagos, y en 1999 se adoptó el Plan de Manejo del área protegida. A partir de ese año, el Parque Nacional Galápagos pone en funcionamiento el nuevo sistema de manejo de la Reserva Marina, consistente en una Junta de usuarios locales denominada la Junta de Manejo Participativo, y un Consejo de ministros llamado Autoridad Interinstitucional de Manejo de la Reserva Marina. A través de ese sistema de co-manejo se empezaron a canalizar todas las discusiones y decisiones de administración pesquera, incluidas las del pepino de mar. Desde aquel entonces se empezó a desarrollar una historia que tuvo sus altos y también sus bajos, y que tampoco estuvo exenta de hechos violentos que empañaron la imagen de las islas. El sistema de manejo participativo de Galápagos se convirtió en un referente a nivel mundial, pero dejó de funcionar en el 2015 cuando la Ley Especial de Galápagos fue revisada. Desde entonces, sin Junta ni Autoridad Interinstitucional de Manejo, todas las decisiones relativas a la pesca se empezaron a tomar directamente entre el Parque y el sector pesquero local.
En el mismo 2015, se adopta el llamado “Calendario Pesquero Quinquenal 2016 - 2021”. Dicho Calendario, que fue diseñado con apoyo de la cooperación internacional, impuso una veda de 5 años para la pesca de pepino de mar, cuyo propósito era recuperar su población para permitirle que alcance un número igual o mayor a 11 individuos por cada 100 metros cuadrados en las diferentes zonas. Once individuos es el número mínimo necesario para crear las condiciones propicias de un proceso de reproducción exitoso de la especie, ya que se requiere que los individuos estén lo suficientemente cerca para que los gametos masculinos y femeninos se puedan encontrar en la columna de agua.
Terminada la veda de cinco años, el Ministerio del Ambiente y Transición Ecológica, anunció el pasado 9 de junio la apertura de una temporada para la pesca controlada de pepino de mar en la Reserva Marina de Galápagos, tras “estudios que advierten de un excedente en su población”. La base de la decisión fue un documento denominado: “Resumen Ejecutivo del Monitoreo Poblacional del Pepino de Mar (Isostichopus fuscus), en la Reserva Marina de Galápagos, temporada 2021”, preparado por la Dirección de Ecosistemas – Proceso de Conservación y Uso de Ecosistemas Marinos, fechado al 31 de mayo del 2021. En su parte de “Conclusiones”, dicho reporte señala que el pepino entró a una fase de recuperación al registrar una mediana de 12 individuos por 100 metros cuadrados en el oeste de Isabela, y que la proyección modelada de su población sigue mostrando una recuperación lenta hasta el año 2030, en un escenario de no pesca. Continuando con la sección de “Recomendaciones” del reporte, éste señala que es necesario extender la moratoria de extracción de pepino de mar hasta que la recuperación de su población sea “más acelerada”, y la estructura de tallas empiece a reflejar recuperación con una mayor cantidad de individuos jóvenes. También señala, que, dadas las circunstancias, en caso de abrir la pesca, la cuota debería ser “mínima”, a fin de que el recurso no entre a una fase “critica” o de sobre explotación a largo plazo.
La pandemia del COVID 19, que empezó en marzo del 2020, afectó al mundo entero, y en el caso de las Galápagos, alteró al turismo -su principal actividad económica- haciendo que el flujo anual de visitantes disminuya en un 73%. A esto se sumaron las medidas de seguridad cuarentenaria adoptadas por el Gobierno para precautelar la vida de los ciudadanos, lo cual trajo como consecuencia un colapso de la economía local, que afectó también al sector pesquero artesanal. De ahí, que es completamente entendible el interés y la serie de ofrecimientos gubernamentales que empezaron a hacerse desde inicios del 2021, en el sentido de preparar planes de reactivación económica para las islas que contemplen entre otras cosas, créditos blandos y exenciones tributarias para sus habitantes. Sin embargo, estas medidas no pueden suponer un riesgo para los frágiles ecosistemas y las especies que habitan en ellos que están estrechamente relacionados con los medios de vida de la comunidad local.
Es importante poner esto como antecedente, porque ayudaría a entender que se va a permitir la captura de 600.000 individuos durante 60 días a partir del 12 de julio, por consideraciones netamente sociales, y para apoyar la reactivación económica de los pescadores artesanales de las islas. Lo que hasta ahora se ha escuchado de medios oficiales, es que la pesquería se abre “porque así lo dicen los estudios”, pero la realidad es que la población de pepino de mar en las Galápagos no se ha recuperado, es decir, sigue sobre explotada, y para cumplir con el objetivo de recuperarla, es decir, para tener una población estable que permita pescar, la veda debería continuar. Eso afirman los científicos, y el mismo reporte del Parque Nacional Galápagos.
El crecimiento económico de los habitantes del archipiélago está íntimamente vinculado al uso sostenible de los recursos naturales. La continuación de la veda, podría parecer como una medida dura, pero es importante comprender que la sostenibilidad implica la aplicación de políticas que no pongan en riesgo el capital natural para favorecer intereses económicos de corto plazo, que no van a resolver el problema estructural en la economía local agravada por la pandemia. De ahí la necesidad de se evalúen y promuevan medidas y soluciones para la recuperación económica de las islas, que no vayan en detrimento ni comprometan la integridad ecológica de este invaluable patrimonio natural para las generaciones presentes y futuras.
El buen manejo de un área marina protegida como la de Galápagos, demanda prestarle mucha atención a lo que dice la ciencia. En este caso, la ciencia nos indica que la sobre explotación podría sobrepasar los límites, poniendo en riesgo a las poblaciones de pepino de convertirlas en no viables, es decir, de reducirlas hasta llegar a ser unos cuantos individuos dispersos y muy alejados entre sí.
Si la actividad de pesca se abre por consideraciones socioeconómicas, es muy importante que se asuma la responsabilidad de abrirla bajo estrictos controles en las zonas autorizadas, y respetando el semillero de pepinos de mar del Canal Bolívar.
También, aprovechando el hecho de que el calendario pesquero quinquenal ha llegado a su término, valdría la pena conocer de las autoridades acerca de los planes para evaluarlo y actualizarlo. El manejo pesquero responsable demanda entre otras cosas, contar con un plan que tenga objetivos claros, indicadores de stock revisados a fin de que puedan ser monitoreados, así como de un método de análisis de los datos y reglas de control de capturas claramente definidas. La adopción de un marco de gestión como el descrito antes, es un aspecto clave del manejo pesquero moderno, y es lo mínimo que un sitio declarado como Patrimonio Natural de la Humanidad, estaría requiriendo.

© Rein Ketelaars, CC 2.0
Pepino de mar