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NUESTRAS NOTICIAS
Ila Kucha, laguna biodiversa que resiste a la contaminación
Una laguna cristalina reflejando todos los colores de la selva se abre paso muy cerca de la ciudad del Coca, al lado de las estaciones de Petroamazonas. Los comuneros de Parutu Yaku gestionan el Centro de Turismo Comunitario de Ila Kucha. A través de este emprendimiento se han convertido en los guardianes oficiales de la selva, protectores de la biodiversidad que vive de esta laguna. Dantas, jaguares, tigrillos, guatusas, sajinos, armadillos; aves como tucanes, tangaras, colibríes, pavas, búhos, garzas y una infinidad de anfibios reptiles como caimanes, lagartijas gigantes y boas habitan este fabuloso ecosistema. Patricio, uno de los guías turísticos de la zona, es experto en el reconocimiento de fauna nativa. Con sus largavistas en mano, de pie sobre la canoa mientras rema, va zigzagueando por las orillas de la laguna en busca de especies silvestres. No hay que esperar mucho para encontrarse con parvadas enteras de aves desfilando por el cielo entre un árbol y otro, o un mono chorongo que mira atentamente a los visitantes sentado en la copa de un árbol dejando relucir sus tonos rojos a los rayos del sol.

Hace décadas, cuenta Felipe Lanza, uno de los coordinadores del centro turístico y educador en la comunidad, que el lugar estaba abandonado, las personas que acudían se dedicaban a la caza y la pesca de fauna silvestre, botaban basura sin control alguno. “Esa fue nuestra preocupación” afirma Felipe, recuerda que cuando niño se podía incluso beber el agua de la laguna. Hoy esto es imposible, el impacto de las empresas petroleras que se encuentran cerca ha sido inmenso, la contaminación se volvió una realidad cotidiana. “La contaminación trae un desastre total en la salud, en la vida de las especies, de todos los animales, el alimento, el agua. Eso les comento yo a los jóvenes” menciona.
De ahí que, este emprendimiento resulte sumamente importante para la conservación de la vida amazónica, en su seno están en juego las luchas de poder entre una postura que ve en la explotación petrolera una fuente de dinero y modernización y, por otro lado, la consciencia de que la contaminación no puede traer progreso, así traiga recursos monetarios. Son dos visiones del desarrollo que se confrontan y necesitan de marcos legales para poder ser tratadas.
El centro de turismo comunitario fue gestándose a base de asambleas y mingas de hombres y mujeres que veían en el proyecto una gran oportunidad para generar trabajo y sustento para las futuras generaciones. Diciembre 2017 marcó un cambio, pues recibieron oficialmente del Gobierno Autónomo Descentralizado provincial de Orellana, una cabaña y un menaje de cocina- comedor. Esta infraestructura es ahora la base para el desarrollo de los servicios turísticos que han ido creando a lo largo de estos cuatro años. Con el tiempo buscan ser una empresa competitiva que ofrezca servicios turísticos de alta calidad, con la infraestructura necesaria para hospedar a los visitantes y las capacidades técnicas adecuadas para el personal que allí labora. Para lograr esto consideran que la educación de los jóvenes es lo que permitirá el cambio. Por el momento cuentan con una cabaña tradicional de techo tejido, construida en minga, donde hay dos carpas para los visitantes que quieren pasar la noche en Ila Kucha.

Es la organización comunitaria la que ha logrado construir el centro turístico. Claudia Vargas, comenta que hay más del 50% de participación de la comunidad en las asambleas, reuniones y mingas que se hacen para el mantenimiento, limpieza, etc. Ella está actualmente representando al grupo de mujeres que trabaja en el centro turístico. Sin embargo, siente todavía que hay bastantes diferencias entre hombres y mujeres, sobre todo a nivel de la expresión: “los que más talvez actúan son los varones, ellos son los que más hablan, las mujeres casi nada. Talvez es mucho temor, no han caminado, no han estado en circunstancias donde se paren al frente y se dirijan a otras personas. Por eso siempre trato de inculcar ese tema. Talvez con talleres que nos permitan desenvolvernos”.
Claudia insiste en que la falta de educación es el origen de muchos de los problemas. Los jóvenes que estudian son minoría, la hija de Claudia es una de las dos únicas mujeres de la comunidad que están en proceso de sacar una licenciatura en turismo. A pesar de las dificultades, las mujeres se organizaron y se hacen presentes en el centro turístico. Ellas están detrás de la preparación de platos tradicionales amazónicos como el maito con yuca y plátano. Ofrecen la chicha en pilches que ellas mismo crean, dando energía a los turistas justo antes de salir a los recorridos en la laguna. Al regreso, el shamán Edgar Lanza limpia a cada uno de los visitantes antes de volver a entrar a la cabaña principal con tabaco y un atado de plantas nativas. Limpia también a las y los compañeros de la comuna que ofrecen un espectáculo de danzas ancestrales de la cultura quichua, invitando al final a los turistas a bailar. Al respecto de la vestimenta tradicional, Claudia comenta que mantienen su vestimenta con algunas variaciones “nuestros bisabuelos se vestían de un material que se saca de los árboles y que es necesario aplastar para dar forma de tela y ropa. Ahora no ponemos estas cintas, antes eran bejucos para amarrarse. Por eso la selva es de mucha importancia para uno, porque de eso hacíamos ropa, fósforos, ollas, vajillas”.
Las artesanías son también otra de las actividades generadas por el Centro Turístico Comunitario Ila Kucha, a ellas se dedican mujeres y hombres. Las mujeres se especializan más en alfarería y pintura, los hombres en escultura en madera. Los turistas pueden llevarse a sus casas estas representaciones de los animales que lograron ver en la laguna o herramientas de caza ancestrales como las bodoqueras o las cerbatanas.
Este proyecto lleno de color y tradición es parte de los seis emprendimientos que participan dentro de la iniciativa Amazonía Indígena: Derechos y Recursos (AIRR), liderada por WWF e implementada de forma conjunta por NesSt y Confeniae, gracias a los fondos de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).
Este espacio busca brindar herramientas a los emprendimientos/empresas indígenas para mejorar su representación en el desarrollo económico sostenible de la Amazonía, al tiempo que expanden sus oportunidades de crecer mientras gestionan el uso sostenible de productos forestales.

Hace décadas, cuenta Felipe Lanza, uno de los coordinadores del centro turístico y educador en la comunidad, que el lugar estaba abandonado, las personas que acudían se dedicaban a la caza y la pesca de fauna silvestre, botaban basura sin control alguno. “Esa fue nuestra preocupación” afirma Felipe, recuerda que cuando niño se podía incluso beber el agua de la laguna. Hoy esto es imposible, el impacto de las empresas petroleras que se encuentran cerca ha sido inmenso, la contaminación se volvió una realidad cotidiana. “La contaminación trae un desastre total en la salud, en la vida de las especies, de todos los animales, el alimento, el agua. Eso les comento yo a los jóvenes” menciona.
De ahí que, este emprendimiento resulte sumamente importante para la conservación de la vida amazónica, en su seno están en juego las luchas de poder entre una postura que ve en la explotación petrolera una fuente de dinero y modernización y, por otro lado, la consciencia de que la contaminación no puede traer progreso, así traiga recursos monetarios. Son dos visiones del desarrollo que se confrontan y necesitan de marcos legales para poder ser tratadas.
El centro de turismo comunitario fue gestándose a base de asambleas y mingas de hombres y mujeres que veían en el proyecto una gran oportunidad para generar trabajo y sustento para las futuras generaciones. Diciembre 2017 marcó un cambio, pues recibieron oficialmente del Gobierno Autónomo Descentralizado provincial de Orellana, una cabaña y un menaje de cocina- comedor. Esta infraestructura es ahora la base para el desarrollo de los servicios turísticos que han ido creando a lo largo de estos cuatro años. Con el tiempo buscan ser una empresa competitiva que ofrezca servicios turísticos de alta calidad, con la infraestructura necesaria para hospedar a los visitantes y las capacidades técnicas adecuadas para el personal que allí labora. Para lograr esto consideran que la educación de los jóvenes es lo que permitirá el cambio. Por el momento cuentan con una cabaña tradicional de techo tejido, construida en minga, donde hay dos carpas para los visitantes que quieren pasar la noche en Ila Kucha.

Es la organización comunitaria la que ha logrado construir el centro turístico. Claudia Vargas, comenta que hay más del 50% de participación de la comunidad en las asambleas, reuniones y mingas que se hacen para el mantenimiento, limpieza, etc. Ella está actualmente representando al grupo de mujeres que trabaja en el centro turístico. Sin embargo, siente todavía que hay bastantes diferencias entre hombres y mujeres, sobre todo a nivel de la expresión: “los que más talvez actúan son los varones, ellos son los que más hablan, las mujeres casi nada. Talvez es mucho temor, no han caminado, no han estado en circunstancias donde se paren al frente y se dirijan a otras personas. Por eso siempre trato de inculcar ese tema. Talvez con talleres que nos permitan desenvolvernos”.

Claudia insiste en que la falta de educación es el origen de muchos de los problemas. Los jóvenes que estudian son minoría, la hija de Claudia es una de las dos únicas mujeres de la comunidad que están en proceso de sacar una licenciatura en turismo. A pesar de las dificultades, las mujeres se organizaron y se hacen presentes en el centro turístico. Ellas están detrás de la preparación de platos tradicionales amazónicos como el maito con yuca y plátano. Ofrecen la chicha en pilches que ellas mismo crean, dando energía a los turistas justo antes de salir a los recorridos en la laguna. Al regreso, el shamán Edgar Lanza limpia a cada uno de los visitantes antes de volver a entrar a la cabaña principal con tabaco y un atado de plantas nativas. Limpia también a las y los compañeros de la comuna que ofrecen un espectáculo de danzas ancestrales de la cultura quichua, invitando al final a los turistas a bailar. Al respecto de la vestimenta tradicional, Claudia comenta que mantienen su vestimenta con algunas variaciones “nuestros bisabuelos se vestían de un material que se saca de los árboles y que es necesario aplastar para dar forma de tela y ropa. Ahora no ponemos estas cintas, antes eran bejucos para amarrarse. Por eso la selva es de mucha importancia para uno, porque de eso hacíamos ropa, fósforos, ollas, vajillas”.
Las artesanías son también otra de las actividades generadas por el Centro Turístico Comunitario Ila Kucha, a ellas se dedican mujeres y hombres. Las mujeres se especializan más en alfarería y pintura, los hombres en escultura en madera. Los turistas pueden llevarse a sus casas estas representaciones de los animales que lograron ver en la laguna o herramientas de caza ancestrales como las bodoqueras o las cerbatanas.
Este proyecto lleno de color y tradición es parte de los seis emprendimientos que participan dentro de la iniciativa Amazonía Indígena: Derechos y Recursos (AIRR), liderada por WWF e implementada de forma conjunta por NesSt y Confeniae, gracias a los fondos de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).
Este espacio busca brindar herramientas a los emprendimientos/empresas indígenas para mejorar su representación en el desarrollo económico sostenible de la Amazonía, al tiempo que expanden sus oportunidades de crecer mientras gestionan el uso sostenible de productos forestales.

© WWF-Ecuador
Ila Kucha, laguna biodiversa que resiste a la contaminación.